sábado, 29 de octubre de 2011

CINE Y TERRORISMO (Parte 1ª)

Querida gentuza, el sudor ciega mis ojos mientras trato de decidir entre cable rojo y cable azul. Desde que cayó Bin Laden, muchas ratas comenzaron a cantar para salvar el cuello, dando comienzo a una cacería en que comandos, facciones y células caen como moscas. Y ahora que ETA anuncia el fin de la lucha armada, el cerco se estrecha. El ruido del helicóptero se une al de las botas de los GEO aproximándose a toda prisa por el pasillo. Consigo conectar el detonador al C4 repartido en 15DVDs, y salto por la ventana al patio justo cuando echan la puerta abajo…


CARLOS

(Olivier Assayas, 2010)

Antes de la aparición de Osama Bin Laden, hubo un hombre que ostentó el título de terrorista más buscado del planeta durante dos décadas: el venezolano Illich Ramírez Sánchez, conocido como “Carlos, el Chacal”. La película, originalmente concebida como una miniserie de cuatro capítulos para la televisión francesa, cuyo metraje se vio posteriormente reducido para su exhibición en cine, trata de cubrir desde el inicio de su actividad, en 1973, hasta su detención en Sudán por los servicios secretos franceses en 1994. El Chacal es interpretado por su compatriota Edgar Rámirez, que compone un personaje frio y calculador, alcohólico, mujeriego, megalómano, y ególatra. Convencido de la necesidad de internacionalizar la lucha aniimperialista contra Estados Unidos más allá del continente que le vio nacer, Carlos trabajó, sucesivamente, para los palestinos, libios, iraquíes, sirios, entre otros gobiernos africanos y de Oriente Medio, así como de manera indirecta para la KGB o la STASI (servicios secretos de Alemania Oriental). De ese modo, la primera parte de la cinta narra algunas de sus acciones más conocidas, como el intento de asesinato en Londres el 30 de Diciembre de 1973 de Joseph Edward Sieff, propietario de los almacenes Marks & Spencer, bajo la acusación de apoyar el sionismo israelí, o el asesinato en Paris el 27 de junio de 1975 de dos agentes del DST (servicios secretos franceses de contraespionaje) y un confidente libanés al que acusó de delatarle, crímenes estos últimos por los que se encuentra cumpliendo condena en la prisión de La Sante, en Paris, tras haber sido condenado a cadena perpetua el 24 de Diciembre de 1997. Sin embargo, su acción más célebre fue el secuestro de los representantes de la OPEP en Viena el 21 de Diciembre de 1975. La película especula con la participación de Sadam Hussein y Muamar el Gadafi como instigadores ideológicos del secuestro, secuestro de desarrolló accidentado en el que el comando liderado por Carlos se vio obligado por las circunstancias a apartarse del plan original, liberando finalmente a los rehenes por una cifra en torno a los 20 millones de dólares. La película marca el secuestro como punto de inflexión en la trayectoria del personaje, en que de revolucionario marxista convencido pasa a traficante de armas y mercenario al mejor postor, y es tras el paso de esta brillante primera parte cuando la película pierde gran parte de su intensidad. Expulsado del FPLP después del fiasco, se dedica a vender sus servicios a países árabes de intereses contrarios al bloque occidental hasta que con la caída del muro de Berlín, Carlos acaba convirtiéndose, en palabras de la propia CIA, en “una curiosidad histórica de la Guerra Fría”. Desde entonces, los países que pagaron por sus servicios empiezan a darle la espalada en un intento por congraciarse con el nuevo orden mundial, hasta que, consciente de su final inminente, es delatado por un colaborador y detenido cuando se encontraba en el preoperatorio por una enfermedad en los genitales. Ganadora del Globo de Oro 2010 a la Mejor Miniserie de Televisión, el verdadero Illich Ramírez criticó duramente la película al considerar que ofrecía una visión distorsionada tanto de su persona como de los hechos acaecidos. Sin embargo, la película nos abre una ventana a las maniobras sucias y los dobles raseros con que los gobiernos árabes desarrollaron su política durante los últimos años de la guerra fría, a través de las andanzas del personaje, siendo desde este punto de vista el resultado más que interesante.


FOUR LIONS

(Chris Morris 2010)

La comedia definitiva sobre el terrorismo islámico. Tal vez el mayor acierto de Morris sea situar en un contexto real y cotidiano (a diferencia del espacio grotesco que deliberadamente deformaba Uwe Boll en Postal) a personajes delirantes que desencadenan todo tipo de situaciones absurdas, y que en ningún momento la acción rompa la verosimilitud. Aunque en el trasfondo subyace una crítica al fanatismo islámico más obtuso, Morris presenta a lo largo del film varias actitudes, plasmadas en sendos personajes, respecto a la vivencia de la religión coránica. Desde la ultraortodoxia hasta el progresismo más liberal dentro de los preceptos de la religión, haciendo bascular el eje de la cinta en un grupo de cabezas de chorlito obstinados en inmolarse a mayor gloria de la yihad. Dentro de la célula hay desde un estudiante adinerado aspirante a rapero, hasta un ultraortodoxo chiflado y paranoico que ve policía secreta espiándole hasta en los repartidores de leche. Puede que sea la ineptitud manifiesta de los personajes, que ya dejan entrever en el espectador desde un principio la sensación de fracaso respecto a sus planes, lo que consigue generar simpatía hacia unos personajes que en principio deberían provocar repulsión. Musulmanes de nacionalidad inglesa afincados en Londres, tienen como visión de la “guerra santa” la distorsión ofrecida por los medios de comunicación occidentales, hasta el punto de que graban videos anunciando su inmolación mucho antes de decidir cuál será la acción a ejecutar. Otra muestra es lo que grita uno de los pretendidos muyaidines cuando dispara al aire durante su breve estancia en un campo de entrenamiento en Pakistán. Hartos de ser señalados como los malos de la película por su condición de musulmanes tanto en los medios como simplemente entre sus conciudadanos por la calle, deciden actuar, sin un objetivo claro, que va cambiando sobre la marcha. La confusión es reinante entre los personajes a lo largo de la película, sienten que deban hacer algo para honrar su religión, que sienten atacada, aunque no saben muy bien porque deben hacerlo, o que es exactamente lo que deben hacer La película también deja constancia, una vez más, de la ineptitud de las fuerzas de seguridad, midiendo por el mismo rasero a todo tipo de ciudadanos musulmanes, a los que consideran a priori sospechosos, y de su incapacidad de detener a un grupo de pseudoterroristas patosos que están operando justo delante de sus narices. La película está rodada con el estilo pretendidamente semidocumental tan en boga en los últimos años en multitud de cintas sobre el tema, y es una sucesión de gags a cada cual más descojonante que adquieren su sentido dentro de un guión bien estructurado. Y con unas líneas de diálogo sencillamente geniales. Se la ha colocado ya a la misma altura que clásicos de la comedia inglesa como los Monty Phyton, y aunque el tiempo dará validez o no a tales afirmaciones, a buen seguro que arrancará carcajadas a los amantes del humor inteligente y sin demasiados prejuicios. Sin embargo, el final es más agridulce de lo que deja entrever el desarrollo de la cinta, con lo cual tal vez, puestos a poner etiquetas, la definición de tragicomedia sea la más acertada. Tal vez porque el otro gran acierto de la cinta sea dejar entrever un trasfondo inherente de tragedia en las motivaciones y el fin último de la acción. En última instancia, Morris expone con lucidez que no solo el terrorismo suicida es estúpido como concepto genérico, sino que en muchas ocasiones sus ejecutantes en el plano personal también pueden llegar a serlo.


R.A.F FACCIÓN DEL EJERCITO ROJO

(Uli Edel, 2008)

Conocida popularmente como la “Baader- Meinhof”, tomando los nombres de sus miembros más representativos, el salvaje, violento e irreflexivo en la película Andreas Baader (Moritz Bleibtreu), líder del aparato militar, y la intelectual concienciada e idealista Ulrike Meinhof (Martina Gedeck), responsable de la propaganda política. Este grupo insurgente de base marxista y antiimperialista desarrolló su actividad a finales de los años 60/principio de los 70 en la República Federal Alemana (bloque occidental), siendo detenido su núcleo duro detenido por la policía alemana en 1972. Tras cinco años de prisión, y durante el desarrollo de un polémico proceso judicial, los detenidos fueron hallados muertos en sus respectivas celdas el 18 de Octubre de 1977 en la prisión alemana de Suttgart. La versión oficial de las autoridades fue la del suicidio colectivo, aunque se plantearon numerosos interrogantes sobre las muertes, planeando desde entonces la sombra del terrorismo de estado como causante del fatal desenlace. La película contextualiza, gran acierto, el nacimiento del grupo en el marco de las luchas revolucionarias a escala global durante los años 60/70, haciendo referencia a hechos como los asesinatos del Che Guevara y Martin Luther King, la Primavera de Praga el Mayo Francés, o los atentados de los juegos Olímpicos de Munich, estando omnipresente por encima de todos ellos las referencias a las protestas contra la guerra de Vietnam. No en vano, los atentados contra las bases norteamericanas en suelo Alemán constituyeron uno de los objetivos prioritarios del comando. Sin embargo, se ofrece una versión sutilmente parcial e incluso condescendiente del enfrentamiento entre el grupo y las autoridades, presentando a los primeros como jóvenes fanáticos alocados que ejecutan asesinatos a sangre fría sin el menor remordimiento, que solo lamentan amargamente la caída de sus compañeros en lucha, ignorando completamente el dolor de las víctimas que dejan a su paso, justificado todo ello por una base ideológica publicitada mediante comunicados redactados por Meinhoff (suya es la célebre frase “Los policías son cerdos, no seres humanos”. Tómese como se quiera). Tal vez por ello la película se recrea en ocasiones en la brutalidad y salvajismo de las acciones terroristas, mientras que las muertes de los terroristas por parte de las fuerzas de seguridad se presentan como inevitables durante el enfrentamiento (solo en breves ocasiones se ofrecen muestras de brutalidad policial). Frente a ellos, las fuerzas de seguridad del estado personificadas en la figura del comisario encargado de perseguir al comando, interpretado por el gran Bruno Ganz (El hundimiento, Oliver Hirschbiegel, 2004), se presentan como racionales, analíticas e inteligentes cuya labor concienzuda y metódica conducen a la detención de la organización. En ocasiones personajes cuya entidad y motivaciones desconocemos entran y salen de la trama como en vagón de metro en hora punta sin la menor explicación, trama que en su búsqueda de un ritmo más frenético resulta demasiado atropellada por momentos, tal vez con la pretensión de intentar condensar la mayor cantidad de aspectos de la historia. Quien mucho abarca… Sin embargo, estamos ante una recomendable crónica histórica de uno de los periodos más convulsos de la historia de Alemania, levantada en gran parte gracias a las convencidas y convincentes interpretaciones del elenco actoral.


POSTAL

(Uwe Boll 2007)

¿Puede Uwe Boll, considerado el peor director de cine del mundo desde Ed Wood, realizar una comedia de trazo grueso sobre un tema tan espinoso como el terrorismo, y salir indemne? Contra todo pronóstico, la respuesta es sí. El director realiza una vez más la adaptación de un videojuego, su “especialidad”, y se decide a no dejar títere con cabeza, autoparodia incluida. Para ello, Boll rebaja ligeramente el nivel de violencia del videojuego, presente en la película sobre todo en su último tercio , para incluir en su lugar una sátira descarnada y salvaje de la sociedad norteamericana post 11-S, con un humor en ocasiones tan negro que no es apto para estómagos sensibles. La secuencia inicial, divertida burla de la película “United 93” (Paul Greengrass, 2006), marca el tono del resto de la cinta, y a partir de ahí, fuego a discreción contra la crisis económica, el corporativismo, las sectas religiosas, las clases media-baja norteamericana, la burocracia administrativa, la tendencia a la violencia sin sentido por parte de una sociedad hiperarmada, la paranoia difundida a través de los medios de comunicación, que no tienen el menor escrúpulo en manipular emocionalmente cualquier tragedia para atraer la audiencia, etc. Las fuerzas de seguridad, encarnadas en la figura de la pareja de policías, se presentan como estúpidos, corruptos, xenófobos, y propensos a una violencia extrema y gratuita a la que se le da carta blanca mediante una Patriot Act que se utilizó para recortar las garantías civiles de la población utilizando como excusa conseguir una mayor seguridad. Los terroristas islámicos también se llevan lo suyo, y es sintomático como los fanáticos religiosos de ambos bandos acaban luchando por el mismo objetivo: acabar con la población mediante el delirante método de extender el virus de la gripe aviar, gripe que se presentó como una gran epidemia por parte de los medios de comunicación, noticia auspiciada por unos grandes laboratorios farmacéuticos que no dudaron en repetir la jugada con la conocida como gripe A (¿verdad que se acuerdan?). Libros religiosos como la Biblia y el Corán son interpretados según les viene en gana a los líderes religiosos para manipular a su antojo a sus seguidores. Incluso al ser la cinta alemana, la propia imagen que se tiene de la cultura alemana por parte del resto del planeta es satirizada sin piedad, con aparición del propio Uwe Boll. Si es brillante la secuencia inicial, también lo es la final, con George W. Bush y Bin Laden paseando alegremente cogidos de la mano por un prado soleado mientras las bombas nucleares llueven a su alrededor.

Pese a que no se trata en absoluto de una buena película (en realidad no es más que una bufonada, el humor de trazo grueso proyecta excesiva sombra sobre los escasos momentos de genialidad, falta ritmo, el “guión” no es más que una excusa para la sucesión de unos gags a cada cual más delirante, los personajes no son más que meros tópicos, en el mejor de los casos, y en otros no tienen la más mínima personalidad, y un largo etc.), sí que tiene algunos gags que son absolutamente geniales, y en general se agradece que se realicen cintas que vayan más allá de la mojigatería y la autocensura que suele darse al abordar un tema tan espinoso, para procurar no herir sensibilidades. Si algún/a amigo/a te dice que los alemanes no tienen sentido del humor, o que no sabe lo que pasaría si a guionistas alemanes se les proporcionase un montón de marihuana, recomiéndale acto seguido que vea esta película. Y si después no te habla, mejor para ti.


EL VIENTO QUE AGITA LA CEBADA

(Ken Loach, 2006)

Película ganadora de la Palma de Oro en el festival de Cannes de 2006, relata los comienzos de la Guerra de Independencia Irlandesa (1919-1921) y la posterior Guerra Civil (1922-1923), a través de la historia de los hermanos O’Donovan, Damien (Cillian Murphy) y Teddy (Padraic Delaney) que deciden alistarse para luchar juntos a favor de la independencia del país. Es la segunda incursión del director británico acerca del IRA tras la esplendida Agenda Oculta (1990), y si en aquella trataba de explicar la guerra sucia desde el punto de vista de unos protagonistas extranjeros ajenos a los entresijos del conflicto norirlandés, en esta se muestra especialmente valiente al adoptar el punto de vista del otro bando, el de los rebeldes irlandeses, lo que ocasionó que le llovieran los palos por parte de la prensa británica más reaccionaria tras el estreno. Visión parcial que puede llegar a restar cierta sensación de objetividad a la película. Rodada con el oficio y la sobriedad propios del director, el tema principal es el porqué del nacimiento del IRA, ese origen y causas tan frecuentemente ignorados en las películas acerca del tema, por desinterés casual o deliberado. Formado inicialmente grupos de campesinos y resto de clase baja que se unieron para enfrentarse a los Black and Tans, despiadados escuadrones del ejercito ingles enviados para reprimir las ansias independentistas provocadas por el Alzamiento de Pascua de 1916. La película retrata la durísima y brutal represión de un campesinado pobre y semianalfabeto por parte del ejercito inglés, que incluía la tortura y el asesinato impune, mostrados de forma explícita y sin concesiones, situación que llevo inevitablemente al enfrentamiento por parte de los oprimidos que se constituyeron en el Ejercito Republicano Irlandés (IRA), ejercito del que en aquel momento Irlanda carecía bajo la dominación inglesa. Los enfrentamientos con los ingleses mediante guerra de guerrillas y el progresivo crecimiento en número de los republicanos fuerzan un Tratado de Paz que no satisface por igual a todos los combatientes republicanos. Es entonces cuando Teddy ingresa en la nueva policía irlandesa, aun bajo el mando de los británicos, y Damien decide continuar la lucha armada junto a los republicanos, lo que conlleva al enfrentamiento entre hermanos, que alegorizan de forma inteligente la guerra civil entre el irlandeses. Enfrentamiento que conduce a un final sobrecogedor, que denuncia las desoladoras y absurdas consecuencias de cualquier guerra. Un punto en contra de la película es no dar razones coherentes al súbito cambio de opinión en la figura de Teddy, que pasa de ser uno de los cabecillas de la armada republicana a convertirse en un oficial colaboracionista de los ingleses, sin que se profundice en las posibles razones del cambio. Pese a que son citados en la película, Loach aleja la acción de grandes nombres de la revolución como Michael Collins y James Connolly, centrándose en personajes anónimos cuyas peripecias transcurren en un punto indeterminado de la campiña irlandesa. Al transcurrir en un ambiente rural, Loach aprovecha para recrearse en una magnífica fotografía del verde paisaje irlandés. En definitiva, una historia sencilla sobre un tema muy complejo, contada con sobriedad y con intensas y efectivas interpretaciones por parte de los actores. Vale la pena.


UNITED 93

(Paul Greengrass, 2006)

Excelente película sobre el avión secuestrado el 11 de Septiembre de 2001 destinado a estrellarse en Washington (se especula que sobre el Capitolio o incluso sobre la Casa Blanca), y que finalmente no logró cumplir su objetivo. Greengrass demuestra inteligencia al abordar uno de los primeros films realizados sobre el 11S, cuando tan solo habían pasado 5 años desde la tragedia y las heridas aún continuaban abiertas, desde la perspectiva de la única vitoria pírrica conseguida por los norteamericanos aquel día, ya que si bien el avión finalmente se estrelló sin dejar supervivientes, el enfrentamiento de los pasajeros con los terroristas consiguió que estos no pudieran atentar contra el centro político del país. Sin embargo, la película huye en todo momento de la sensiblería lacrimógena y el exaltamiento patriótico que exhiben otros films sobre la misma tragedia (World Trade Center). Una banda sonora casi imperceptible que suena solo en determinados momentos de la película, el uso de actores desconocidos o semidesconocidos , y el estilo semidocumental marca de la casa del director, contribuyen a dar una mayor sensación de realismo. Además, más allá de la narración del pretendido heroísmo de los pasajeros (en realidad, una mera lucha por la supervivencia), el film se atreve a dejar abiertos unos cuantos interrogantes: ¿Porqué tardo tanto en cerrarse el espacio aéreo, o en dar la orden de salida a los cazas de la fuerza aérea?, ¿Por qué la fuerza aérea, pese a su insistencia, recibió órdenes tajantes de no dejar disparar a los cazas, aun después de los dos aviones impactados en el World Trade Center, y sabiéndose que había otros dos aviones secuestrados? ¿Conocían los terroristas la realización de ejercicios militares aquel mismo día en la costa este, lo cual obligaba al cierre de algunas rutas aéreas, facilitándoles en gran parte el desvío de los aviones hacia sus objetivos?, etc. La acción, narrada prácticamente en tiempo real, se divide en tres escenarios principales: el centro de control de la aviación civil, el centro de mando de la fuerza aérea, y el interior del avión. En los dos primeros escenarios se retrata perfectamente la sorpresa inicial, la incredulidad, la descoordinación entre las distintas agencias (por ejemplo, en un primer momento los cazas militares parten en dirección opuesta a donde debían dirigirse), la lentitud entre diferentes niveles burocráticos para tomar cualquier decisión, y en definitiva, el shock por una situación que por imprevisible resulta prácticamente imposible de manejar. Durante la primera hora de película estos dos son los escenarios principales, y no es hasta el momento del secuestro (el avión partió a las 8:42 del aeropuerto de New Jersey hacia San Francisco con 42 minutos de retraso), en el que la acción pasa a desarrollarse casi exclusivamente en el interior del avión, tratando de transmitir una sensación de claustrofobia muy cercana a la que debieron sentir entonces los pasajeros. Es a partir de ese momento en el que se intenta reconstruir la acción gracias sobre todo a las llamadas telefónicas entre los pasajeros y sus familiares, familiares que prestaron toda su colaboración en la realización de la película. Aunque inicialmente los pasajeros piensan que van a ser devueltos al aeropuerto y utilizados como canje para demandar un rescate, es a través de las conversaciones vía telefónica con sus familiares donde se les hace saber de los aviones estrellados sobre el World Trade Center, y sabiéndose sentenciados a muerte, deciden actuar. Los minutos finales, en que los pasajeros tratan de recuperar el control de la cabina, son sobrecogedores, una muestra de angustia y desesperación no aptas para estómagos sensibles. Al no poder apartar de los mandos a los terroristasa islámicos, el avión se estrelló a las afueras de Shankville, Pensilvania, a las 10:03. No hubo supervivientes. Según las notas finales de la película, los altos mandos militares no fueron informados del secuestro del United 93 hasta cuatro minutos después de que se estrellase. El caza militar más cercano se encontraba entonces a 100 millas (más de 160 kilómetros) de allí. Hasta las 10:18 el presidente George W. Bush no dio la orden de derribar el avión, 15 minutos después de que este se estrellase. Hasta las 12:06 no se cerró por completo el espacio aéreo de los Estados Unidos.


PARADISE NOW

(Hany Abu-Assad, 2005)

Magnífica película palestina (de coproducción israelí, ojo al dato) ganadora del Globo de Oro 2005 a la Mejor Película de Habla no Inglesa. La originalidad consiste en adoptar el punto de vista de los terroristas palestinos, huyendo de estereotipos y humanizándolos mostrando sus dudas, razones y contradicciones, algo muy poco frecuente según la visión ofrecida por los medios de comunicación occidentales sobre el conflicto palestino israelí. A este respecto, recomiendo el capítulo dedicado al conflicto en el estupendo libro de Pascual Serrano Desinformación (Ed. Península, Madrid, 2009). Said y Khaled son dos amigos palestinos, empleados en un taller mecánico de la franja de Gaza, que son elegidos para llevar a cabo un atentado suicida en Tel Aviv como respuesta al asesinato de un líder de Hammas en un bombardeo israelí. En un principio, Khaleb parece dispuesto a hacerlo por convicciones religiosas, y Said, aunque con dudas, se presta para lavar su honor después de que su padre fuera ejecutado como colaboracionista con el ejército israelí. Como contrapunto, se presenta el personaje de Suja, una activista de los derechos humanos, hija de una antiguo dirigente palestino muerto y considerado un héroe, que vive ajena a las pésimas condiciones en que transcurre la vida en Gaza. Se dan breves pinceladas de esta existencia paupérrima como la del taxista que no puede ni arreglar las ventanillas de su coche, la necesidad vital de filtros para el agua que no todo el mundo es capaz de conseguir, personas con miembros lisiados o amputados, así como de los constantes controles por parte de los israelíes para controlar o impedir los desplazamientos palestinos. El ejército israelí no aparece de forma física durante prácticamente toda la película, aunque permanece constantemente acechante como una presencia demiúrgica que controla, rige y condiciona las vidas de todos los protagonistas. Hay finos trazos de humor negro en la escena en que ambos mártires graban su video de despedida, que probablemente serviría de inspiración para la parodia de Four Lions (2010), y resulta sorprendente la secuencia en que en una tienda de revelado fotográfico los protagonistas se dan cuenta de que también se venden videos de despedida de mártires, y de confesiones de colaboracionistas antes de su ejecución. La película llega a varias conclusiones interesantes: En primer lugar, la motivación última de los terroristas, más allá de razones particulares, es escapar de un lugar y una realidad en la que se ven atrapados como ratas, y ven como única salida la inmolación suicida contra el opresor (“Prefiero tener un paraíso imaginario a seguir viviendo en este infierno”, le dice Khaled a Suja en una secuencia). En segundo lugar, se presenta tanto a terroristas como a colaboracionistas como víctimas a los que la ocupación empuja a hacer lo que hacen, y que son conscientes del silencio de los medios de comunicación y la indiferencia de la comunidad internacional ante su situación. Y finalmente, la esperanza de que hasta el más fanático de los terroristas puede reaccionar y comprender la futilidad de la violencia como solución al conflicto, aunque desgraciadamente no se ofrezcan razones coherentes en el film para este súbito cambio de opinión. En definitiva, una película incómoda, que no dejará indiferente, pero necesaria al ofrecer un punto de vista necesario por poco común.


EL LOBO

(Miguel Courtois, 2004)

Correcto policiaco que trata de contar la historia de Mikel Lejarza (Xema en la película, inetrpretado por Eduardo Noriega), el primer infiltrado en ETA por parte de la Dirección General de Seguridad, de 1973 a 1975, que provocó la detención de más de 100 militantes del aparato militar de la organización. Estas detenciones llevaron a las últimas ejecuciones por fusilamiento de la época del franquismo, lo que valió la condena internacional sobre el régimen. En el film, tras el asesinato de Carrero Blanco, los altos mandos militares españoles reclaman acciones duras contra ETA, aunque Ricardo, el siniestro policía interpretado por José Coronado, consigue convencerles acerca de la estrategia de la infiltración. La película está producida por El Mundo TV, cuyo director, Melchor Miralles, se reserva un pequeño cameo haciendo de taxista. El marcado sesgo ideológico conservador de la productora se aprecia en escenas en las que trata de dar pábulo a sus tesis demonizadoras de la izquierda abertzale por boca de sus personajes, como en delirantes escenas en que Melanie Doutey (Amaya) trata de convencer a Xema acerca de las diferencias genéticas propias de los vascos (tesis difundidas y distorsionadas por los medios de comunicación durante la era Aznar), o en el pasaje en el que los mismos protagonistas follan llevando ella puesto un pasamontañas para mayor excitación. En ocasiones la película peca de superficialidad y recurre a topicazos, como el de la dicotomía poli bueno (Santiago Ramos), poli malo (Coronado). Poli bueno que se deja sacrificar por sus superiores por proteger a su confidente infiltrado (real como la vida misma, vaya). Como tramas secundarias, el film trata de las luchas internas en la organización entre el brazo político, convencido de que un progresivo abandono de las armas ante el inminente fin de la dictadura puede favorecer a negociar la independencia con la llegada de la democracia, y el brazo militar, reacio al abandono de la lucha armada, y que acaba resultando ganador en la pugna ( subtrama también tratada en Yoyes). Al igual que con la mayoría de personajes durante el film se les cambia los nombres a históricos dirigentes etarras presentes en la cinta como Wilson, (Nelson para la ocasión, interpretado por Patrick Bruel) jefe del aparato militar, representado como asesino sin escrúpulos que no duda en delatar a sus propios compañeros para conseguir acumular poder dentro de la organización. Wilson fue uno de los integrantes del comando que acabó con la vida de Carrero Blanco. A eso hay que sumar breves pinceladas sobre la eliminación ilegal de terroristas por parte de la Seguridad del Estado, y como guinda final, se especula con la necesidad por parte de estas fuerzas de seguridad de mantener a toda costa la amenaza terrorista para frenar las demandas de la izquierda y conservar así su cuota de poder con la llegada de la democracia. El protagonista no puede evitar sentirse utilizado por ambos bandos. En definitiva, pese a la superficialidad, los personajes tópicos, y las especulaciones, se trata de un thriller que logra entretener durante el metraje, metraje salpicado con banda sonora de la época, como Deep Purple, T. Rex, Santana, o Leonard Cohen. Dos años más tarde, tratando de aprovechar la buena acogida comercial de la cinta, la productora trato de repetir la jugada con el mismo director y equipo técnico con la película GAL, un fiasco a todos los niveles que gano varios premios a Peor Película Española del año otorgados por varias asociaciones cinéfilas.



OMAGH

(Pete Travis 2004)

Película en la que ejerce de productor y coguionista Paul Greengras (Bloody Sunday, United 93, El ultimátum de Bourne), y que sigue su mismo estilo de cine con vocación documental. El punto de partida es el atentado con coche bomba en la ciudad norirlandesa de Omagh, el 15 de agosto de 1998, en el que murieron 29 personas y 220 resultaron heridas, con lo cual el atentado se presenta como anticlimax, como punto de partida de la trama posterior. El crimen fue perpetrado por una escisión de la línea dura del IRA autodenominada el IRA auténtico, opuesta a los acuerdos de paz de Viernes Santo de ese mismo año entre la organización y el gobierno británico. Pese a los avisos de colocación de la bomba por parte de los terroristas a medios de comunicación y autoridades policiales con media hora de antelación, la policía aparentemente despejo y acordonó el lugar equivocado, impidiendo la masacre. Y digo aparentemente, debido a que la realidad que va desvelando la película resulta ser mucho más aterradora. El film sigue una estructura de paralelismo circular: se abre alternando imágenes del despertar de un día normal entre los habitantes de la población y de los terroristas preparando el atentado, y se cierra con la defensora del pueblo leyendo en rueda de prensa las conclusiones de su investigación mientras las familia protagonista se prepara para acudir a esa rueda de prensa.

La película tiene como eje central al personaje interpretado por Gerard Mcsorley (En el nombre del padre, The Boxer, El jardinero fiel), secundario de lujo del cine irlandés que, en uno de sus pocos papeles protagonistas, ofrece una contenida y brillante interpretación de un padre abatido, aunque no derrotado, por la muerte de su hijo en el atentado. Este hombre sencillo, mecánico de profesión, se erige en presidente de una asociación de víctimas, dispuesta a hacer cumplir a toda costa las promesas de los gobiernos irlandés y británico de llevar a los culpables ante la justicia. La película deja patente el olvido que sufrió la asociación de víctimas una vez desapareció la atención mediática cobre el suceso, tras lo cual todos y cada uno de sus requerimientos fueron ignorados sistemáticamente por las autoridades, ansiosas de enterrar el tema cuanto antes. Al insistir en tirar del hilo, Gallagher (McSorley), acaba cara a cara con Gerry Adams, líder del Sinn Féin, el brazo político del IRA, que se niega a reconocer a los culpables y le insta del mismo modo a olvidar el asunto. Aunque las revelaciones más escalofriantes son las de elementos mucho más involucrados en la operación, que acaban desvelando que la policía norirlandesa y el MI6 (servicios secretos ingleses) sabían del atentado, y simplemente, dejaron que ocurriera: el objetivo era desacreditar al IRA auténtico, volviendo a la población (entre las víctimas había tanto católicos como protestantes) en su contra, y obligándoles así a dejar las armas a cambio de que no hubiesen procesamientos por el atentado, como así acabó ocurriendo. En resumidas cuentas, el gobierno silenció la verdad para hacer un trato con los terroristas en el que los fallecidos fueron simplemente una moneda de cambio, un instrumento en una sucia negociación política, y sus familiares fueron víctimas por partida doble: no solo perdieron a sus seres queridos sino que se jugó con ellos para descorazonarlos hasta que se rindieran, cuando todo el mundo sabía quiénes eran los verdaderos culpables.

Al final, la investigación independiente por parte de la defensora del pueblo acabó demostrando la inoperancia y ocultación de información por parte de la policía, entre los cuales tampoco hubo ninguna dimisión.


YOYES

(Helena Taberna, 2000)

Película basada en los últimos años de la vida de Dolores González Katarain, “Yoyes”, primera mujer dirigente en la historia de ETA, encargada del aparato de propaganda político ideológica. Yoyes fue asesinada por la propia organización de la banda cuando, tras dejar la banda y regresar del exilio, el Ministerio del Interior, dirigido entonces por Julián Sancristobal (posteriormente acusado junto a José Barrionuevo de la creación y financiación de los GAL, Grupo Antiterrorista de Liberación), la presentó como un triunfó mediático de su programa de reinserción de terroristas, a raíz de la Ley de Amnistía de 1977, aunque ella en realidad jamás se acogió al programa. Película narrada con el uso constante del flashback, que hace gala de una acertada banda sonora, incide en una doble vertiente respecto a la protagonista, ahondando tanto en su labor de militante como en su plano personal y familiar, dotando de humanidad al personaje, huyendo del tópico de la demonización que constantemente percibimos por parte de los medios de comunicación masivos. Tal vez ese constituya el mayor acierto de la película. Ana Torrent (Tesis, Vacas, El Espíritu de la Colmena) compone la interpretación de una mujer de decididas convicciones ideológicas y carácter fuerte, carácter que tuvo que imponer ante el machismo imperante dentro de una organización donde la presencia femenina era más bien escasa. Se declara en todo momento dueña de su voluntad, pero se va viendo cada vez más atrapada en una maraña de la que no consigue salir. El film arranca con la primera huida de la protagonista de Euskadi tras una redada de la guardia Civil, (la película no especifica en ningún momento la razón), tras lo cual empieza a recibir entrenamiento en la región montañosa fronteriza. A partir de ahí, es acogida como protegida por Argala, entonces dirigente del aparato político, asesinado el 21 de Diciembre de 1978 por el Batallón Vasco Español (grupo paramilitar de extrema derecha precursor de los GAL), tras lo cual ella recoge el testigo. Con el aumento de asesinatos selectivos de miembros de ETA por parte de los paramilitares (BVE, GAL), se produjo una radicalización en la campaña de atentados de ETA como respuesta, radicalización que iba sustituyendo progresivamente la ideología política de liberación de base marxista sobre la que debía sustentarse la lucha armada por la mera utilización de las armas.

Yoyes se mostró abiertamente en desacuerdo ante otros dirigentes por unas actuaciones que se estaban cobrando vidas más allá de objetivos políticos o militares, lo que acabó llevándola a un exilio voluntario a México. Allí, estudió Sociología y trabajó para la ONU, hasta su regreso en 1984 a París, donde recibió el estatus de refugiada política. Aunque ya fuera de la banda, Yoyes seguía siendo consciente de que su papel como símbolo de la organización le dificultaría su regreso a Euskadi, en un momento de deserciones masivas dentro de ETA por parte de militantes que se acogían a la Ley de Amnistía, por lo que pacta con Txomin, jefe del aparato militar (Koldo en la película, interpretado por Ramón Langa, histórico actor de doblaje, de Bruce Willis entre otros, en una de sus escasas apariciones ante la cámara) su regreso a cambio de discreción y silencio permanente. Sin embargo, a la detención de Txomin en Francia y su posterior deportación a Argelia, con lo que se daba por roto el pacto con el único dirigente que intercedía por ella, hubo que unir un reportaje con portada incluida en el semanario Cambio 16 sobre el regreso de la etarra. En el reportaje se daba por cierto el regreso a cambio de su acogimiento a la Ley de Amnistía, lo que finalmente precipitó su condena y ejecución por parte de la banda.

Los últimos minutos de la película, pese al previsible desenlace, consiguen mantener la tensión, mostrando con frialdad las fases de preparación y ejecución a sangre fría de un ser humano, con lo que el film consigue huir de cualquier acusación de apología y ensalzamiento de la figura de la militante. Film en el que, si bien peca de una excesiva idealización de la protagonista, ni la organización abertzale, ni el Ministerio del interior, ni siquiera la prensa salen bien parados. Se especula con la posibilidad de la filtración de la noticia del regreso desde el Ministerio al periodista de Cambio 16 que publicó la noticia, el cual, aun a sabiendas de que la noticia podía costarla la vida a la ex etarra, decide publicarla para ganarse un ascenso. “El terrorismo vende periódicos”, le espeta sin complejos a una compañera de redacción. Yoyes era consciente de su inminente ejecución, y dejó escrita una carta pública unos días antes acusando a la banda de “fascista y totalitaria”.

El 10 de Septiembre de 1986, mientras paseaba con su hijo de 3 años por la feria de Ordicia, su localidad natal, Yoyes recibió tres disparos, uno de ellos en la cabeza, obra de Antonio López Ruiz “Kubati”. Como consecuencia directa del atentado, se cortó el goteo de deserciones dentro de la organización, lo que acabó con las esperanzas de un hipotético proceso de paz. El hermano de Yoyes, concejal de Herri Batasuna en Ordicia, no condenó el atentado.


THE GENERAL

(John Boorman, 1998)

Película basada en la vida del popular criminal dublinés Martin Cahill, asesinado por el IRA el 18 de Agosto de 1994. Boorman (A quemarropa, Deliverance, El Sastre de Panamá) gano el premio a la mejor dirección en Cannes por este film de género negro dotado de abundantes pinceladas de sentido del humor sobre todo gracias a la labor de su protagonista principal Brendan Gleeson (Braveheart, Michael Collins, Escondidos en Brujas), que se pasa la mitad de la película cubriéndose el rostro, como hacía el propio Cahill para evitar a toda costa ser fotografiado. Acostumbrado desde la infancia a robos menores, Cahill fue condenado por primera vez a un reformatorio donde sufrió maltratos por parte de las autoridades aclesiásticas. Con el tiempo, fue desarrollando una particular inteligencia y astucia para planear y ejecutar robos de cada vez mayor envergadura y salir airoso, manteniéndose siempre un paso por delante de las autoridades policiales, personificadas en esta ocasión en la figura de un obsesionado y moralista John Voight (Cowboy de medianoche, El Regreso, Misión Imposible). Planeó y ejecutó junto con su banda (que por aquel entonces ya le apodaba El General, designándolo como líder indiscutible del grupo) el atraco a la joyería O’Connors de Dublín, en el que obtuvo un botín por valor de 2’5 millones de euros, convirtiéndose así en el mayor robo de la historia de Irlanda hasta la fecha. El robo había sido anteriormente descartado por el IRA, considerándolo imposible de realizar, por lo que se dispusieron a reclamar a Cahill la mitad del botín. Al negarse este, comenzaron los problemas. Cahill y su banda, que hasta el momento habían repartido una pequeña parte de su botín entre la comunidad para ganarse su favor y evitar ser delatados, vieron como el IRA volvía a la comunidad contra ellos, acusándolos de los peores delitos imaginables. Firmes en su decisión de no pagar, poco después Cahill y los suyos efectuaron el robo de la Colección Russborough House (1986), donde entre otras obras maestras de la pintura, sustrajeron un Vermeer valorado en 20 millones de libras de la época. El robo acabo provocando un acoso de unidades policiales a Cahill y a su banda las 24 horas del día, seguros de su participación en el mismo, aunque sin poder demostrarlo. Incapaces de colocar las obras a otro postor, se vieron obligados a venderlas al FVU (Fuerza Voluntaria del Ulster), grupo paramilitar probritánico enemigo declarado del IRA, que pretendían financiar su organización vendiendo las obras a coleccionistas extranjeros. Al ser detenidos los miembros del FVU por la policía irlandesa con las obras de arte y descubrirse así la venta, el IRA consideró a Cahill colaboracionista con los probritánicos, sentenciándolo de muerte. Cahill veía como el círculo en torno a él se iba estrechando cada vez más, quedándose cada vez más y más solo. Llama la atención que cuando fue asesinado en la puerta de su casa de un disparo en la cabeza, la unidad de vigilancia policial apostada en la puerta de su casa a todas horas había misteriosamente desaparecido, dejando vía libre al asesino, lo que viene a insinuar una posible connivencia entre el IRA y las autoridades policiales en la operación. Así las cosas, Cahill, un ladrón sin mayor ideología que la de llenarse los bolsillos sin dar un palo al agua, se vio atrapado en medio de una guerra entre grupos terroristas rivales, que en última instancia son mostrados como dos bandas de delincuentes que no tienen escrúpulos en aprovecharse del trabajo de otro delincuente para lograr financiarse. El papel de las organizaciones terroristas en la película es en principio tangencial, aunque finalmente determinante para el desenlace. Como anécdota, la secuencia en que Cahill entra a robar en una casa por la noche y sustrae un disco de oro se trata del robo que sufrió el propio Boorman en su casa de Dublín, convirtiéndose así en una víctima más de “El General”, y el disco de oro es el que recibió por la banda sonora de Deliverance.


EL CASO MORO

(Guiseppe Ferrara, 1986)

Película que reconstruye de forma concienzuda los acontecimientos que transcurren desde el secuestro al asesinato, el 9 de Mayo de 1978, de Aldo Moro, Primer Ministro Italiano, tras 55 días de cautiverio. Moro fue secuestrado por las Brigadas Rojas, organización revolucionaria de base marxista-leninista, cuando se dirigía al congreso en el que se votaba una moción de confianza contra su gobierno, que contaba con el apoyo incluso del Partido Comunista, situación inédita al presidir Moro el partido de la Democracia Cristiana. La intención de los brigadistas, que asesinaron a todos los escoltas durante la acción, era juzgar a Moro por un tribunal revolucionario bajo la acusación de pertenecer a una conspiración de las multinacionales contra el proletariado, bajo amparo del gobierno. Una vez condenado, se pretendía su canje por el de presos políticos. La sorpresa para los terroristas vino al darse cuenta de que el Gobierno de urgencia, a cuyo frente se puso a Giulio Andreotti (sobre las turbias prácticas de gobierno de Andreotti, recomiendo encarecidamente la película Il Divo, dirigida por Paolo sorrentino en el 2008), se negaba en redondo a negociar, dando por sentenciado a Moro, al cual no le faltaban ya enemigos. A elementos discordantes de su propio gobierno, que veían con temor un giro hacia la izquierda mediante el que Moro pretendía recabar el apoyo de los sindicatos y del Partido Comunista, se unían las veladas amenazas de Washington, a través de la CIA, molesto no solo por el mencionado giro a la izquierda, en plena guerra fría, sino también por un presunto giro filo-árabe al negarse Moro a ceder a los norteamericanos las bases militares del sur de Italia para la defensa de Israel. A todos estos agentes contrarios a la permanencia de Moro en el poder, su secuestro debió venirles como regalo caído del cielo. Desde el principio, el Gobierno de Andreotti alegó el debilitamiento del Estado en caso de acceder a las pretensiones de los terroristas, y recibió el apoyo de Washington en su posición de firmeza ante los terroristas. La película detalla el pulso que mantuvieron por correspondencia Moro, a través de los terroristas, y el Gobierno Italiano. Si los terroristas hacían públicas cartas de Moro al Gobierno implorando su liberación, el Gobierno, mediante declaraciones de psicólogos, contraatacaba alegando que o bien las cartas habían sido escritas bajo coacción, o bien Moro se había derrumbado psicológicamente, hallándose bajo los efectos del síndrome de Estocolmo. La estrategia gubernamental era clara: transmitir a la opinión pública que “Moro ya no era Moro”, tratando así de destruir su integridad para lograr la indiferencia pública ante el previsible desenlace. Desesperado, y viéndose abandonado por su propio partido, el presidente remitió cartas igualmente a la prensa, al grupo socialista, en incluso al Papa, aunque no sirvió de nada, ya que cuando el presidente del Parlamento finalmente decidió aceptar el canje, ya fue demasiado tarde. Acierta la película a conceder voz y entidad humana a los tres protagonistas del drama. Un enorme Gian María Volonte da vida a un Moro , familiar, profundamente religioso, y gran conocedor del funcionamiento de la maquinaria política, que consigue generar de inmediato empatía en el espectador, tal vez porque resalta su perfil humano por encima del político, convirtiéndose no en un presidente cautivo, sino en un vivo ejemplo del drama de cualquier secuestrado. Junto a él, unos terroristas cuyo idealismo exacerbado les impide comprender los entresijos del funcionamiento del poder gubernamental, y un gobierno en el que la hipocresía se halla institucionalizada, y cuyas fuerzas de seguridad demuestran una proverbial ineptitud (hay momentos en que se llega incluso a especular, ante su incapacidad de dar con él, que Moro pudiese estar cautivo en el interior de un submarino). En definitiva, buena película de intrigas políticas, que se atreve a ir desentrañando los porqués del desenlace, que llega a la conclusión de que tanto los terroristas como el sistema político fueron responsables de la muerte de Moro, y que constituye un valioso documento histórico acerca de unos de los casos más turbio de la historia de Italia.

Coincidiendo con el 25 aniversario del asesinato de Moro, en 2003, se estrenaron otras dos películas sobre el tema: Buenos días noche (Marco Bellochio) y Piazza delle cinque lune (Renzo Martinelli).


EL PROCESO DE BURGOS

(Imanol Uribe, 1979)

Premiado en el festival de San Sebastián, se trata de un documental sobre las causas y desarrollo del proceso judicial que tuvo lugar del 3 al 10 de diciembre de 1970 contra 16 presos de ETA, acusados de los asesinatos del Jefe de la Brigada Político Social de Guipúzcoa, Melitón Manzanas González (considerado la primera víctima mortal de ETA), el guardia civil José Pardines Arcay, y el taxista Fermín Monasterio Pérez (que en realidad falleció en el fuego cruzado durante un enfrentamiento entre ETA y la Guardia Civil). Primera cinta de su filmografía, es también la primera de las cuatro películas en las que Uribe aborda el tema del ETA (las otras son La Fuga de Segovia, 1981, La muerte de Mikel, 1983, Días contados, 1994), y por su punto de pista parcial claramente proabertzale puede levantar tantas ampollas hoy como en el día de su estreno. La originalidad consiste en que esta cinta documental se desarrolla a partir de las declaraciones de los propios procesados, liberados tras acogerse a la amnistía concedida por el Gobierno español en 1977 a los miembros de ETA que condenasen la violencia, y de sus abogados. La historia transcurre de forma lineal por boca de los protagonistas, desde las causas históricas del conflicto vasco, pasando por la represión franquista, la 5º Asamblea de ETA en la que se acuerda ligar la lucha revolucionaria al movimiento obrero, hasta el asesinato el 7 de junio de 1968 por parte de la Guardia Civil de Txabier Etxebarrieta, dirigente de ETA considerado el primer militante de la organización muerto durante un enfrentamiento armado con la Guardia Civil. El 2 de agosto del mismo año se asesinaba a Manzanas como respuesta, aunque los protagonistas del documental declaran que la acción había sido planeada con anterioridad. La muerte de Manzanas provoca una ola de detenciones que dejó prácticamente desmantelada la organización, ya que los que no fueron detenidos partieron al exilio, así como declaró el estado de excepción en Guipúzcoa. Las autoridades incluyeron a dos sacerdotes proabertzales entre los detenidos, ya que según un acuerdo del Estado Español con el Vaticano todo sacerdote debía ser juzgado a puerta cerrada, jugada mediante la cual se pretendía impedir el acceso al público, y sobre todo, a la prensa extranjera. Sin embargo, tras la petición de secularización de ambos sacerdotes, el juicio se celebro de forma pública. El mismo día en que comenzó el proceso, ETA anunciaba el secuestro del cónsul alemán en San Sebastián, al cual no liberaría hasta una vez concluido el mismo. Los acusados decidieron utilizar el proceso en su contra para dar difusión a la situación represiva en Euskadi, ante un jurado que se vio superado por la actitud firme de unos acusados que se sabían ya condenados y por ello no se dejaron intimidar, y por unos abogados que fueron desmontando las pruebas falsas de la guardia civil y las manipulaciones del fiscal, así como el régimen franquista se vio desbordado tanto por las manifestaciones en la calle, en una de las cuales fue asesinado por la Guardia Civil el joven abertzale Roberto Pérez Jáuregui, y por la presión internacional. Finalmente, fue esta presión y estas movilizaciones las que provocaron la conmutación de las sentencias de muerte a seis de los acusados. Nunca más se volvió a desarrollar un proceso conjunto de semejantes características con tra miembros de ETA.

Pese al indudable valor histórico del documental como testimonio tanto del comienzo del enfrentamiento armado como de los pormenores de uno de los acontecimientos cruciales en la historia de la organización, la visión parcial, ofreciendo solo voz a uno de los bandos en conflicto, acaba lastrando sensiblemente el resultado final.


OPERACIÓN OGRO

(Gillo Pontecorvo, 1979)

Designada con el mismo nombre que ETA utilizó para la operación, la película trata sobre el atentado de mayor repercusión en toda la historia de la organización: el asesinato del presidente del gobierno Luís Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973 en la calle Claudio Coello de Madrid. En un principio, según la película, se pensó en el secuestro del Carrero y su posterior canje por 150 presos políticos, sin embargo, con el nombramiento del almirante como presidente del gobierno se optó por el asesinato, tanto por el incremento de medidas de seguridad a su alrededor que imposibilitaban el secuestro, como por el convencimiento de que con la eliminación de Carrero se eliminaba al sucesor del franquismo tras la muerte de Franco. Coproducción hispano-italiana, constituyó además una de las primeras cintas sobre el tema realizadas en nuestro país, y la primera en adoptar el punto de vista de los etarras, lo cual causó conmoción en la sociedad de la época. Tal vez uno de los grandes fallos del film es el de no otorgar voz ni entidad humana al otro bando en conflicto, las fuerzas de seguridad del estado español, lo cual elimina la sensación de confrontación armada entre dos bandos, a la que frecuentemente hacen alusión los miembros del comando, la cual se reduce a la dicotomía entre sujeto agente (autores del atentado) y sujeto paciente (Carrero y sus escoltas). Basada en el libro homónimo publicado en Francia un año después del atentado por “Juan Aguirre”, seudónimo de la intelectual y política abertzale Eva Forest, que tuvo contacto directo con los miembros del Comando Txikia, autores del atentado. La película fue la última dirigida por Gillo Pontecorvo (La batalla de Argel, 1966), y contó con música de Ennio Morricone, que esta vez no acierta, al componer una banda sonora cargante por repetitiva. Es en la reconstrucción minuciosa de la preparación y ejecución del atentado y huida de los terroristas donde la película tiene su mayor valor, mientras que es en el terreno de la ficcionalización cinematográfica donde el film pierde enteros, y actores como Eusebio Poncela, Pepe Sacristán, Gian María Volonte o Ángela Molina poco pueden hacer para mantener en pié a personajes que resultan maniqueos y cuyos diálogos caen a veces en el panfletarismo más ridículo. Respecto a los personajes, la película duda en ocasiones entre la condena (la figura del albañil como mecanismo deslegitimador de la ideología etarra) y el ensalzamiento como esforzados héroes luchadores por la democracia. Las dudas se extienden a los propios personajes, que parecen consumirse con la incertidumbre del futuro postfranquista. Uno de los interrogantes que despiertan más interés, planteado por uno de los miembros del comando, es la extremada facilidad con la que se estaba excavando un túnel en pleno centro de Madrid, a escasos metros de la embajada estadounidense, con todos los inconvenientes posibles (ruido al excavar, fuerte olor a gas proveniente del subterranéo, etc) generados durante meses, y nadie fuese capaz de descubrir el atentado antes de su ejecución. La pregunta expone una de las teorías conspirativas más extendidas acerca del atentado: o la CIA era conocedora del plan, y se dedicó a despejar el camino, interesada en apartar a Carrero del camino a la democracia, o incluso las propios servicios secretos españoles también recibieron órdenes de no intervenir, inmersas en las luchas de poder entre altos cargos del Estado tras la designación de Carrero como presidente. Otra teoría incluso especula con la posibilidad de que hubiese sido la propia CIA la que hubiese proporcionado los horarios e itinerarios del presidente a ETA, extremo negado posteriormente por los autores del atentado. Teorías aparte, se trata de una película que pese a sus múltiples fallos, uno de los peores la pretendida vocación trascendental durante los minutos finales, sabe sostener la atención del espectador y constituye un valioso documento acerca de los pormenores del mayor triunfo de la historia de ETA.


ESTADO DE SITIO

(Costa Gavras, 1973)

Durante las décadas de los 60, 70 y 80, en el marco de la Guerra Fría encuadrada en América Latina, el gobierno de Estados Unidos, a través de la CIA, elaboró un plan, concretado en la Operación Cóndor, destinado a derrocar gobiernos de izquierdas (por ejemplo, golpes de estado en Brasil o Chile), apoyar a gobiernos de extrema derecha tanto financiándolos como con recursos militares, y adiestrar a las fuerzas de seguridad locales en tácticas de “contrainsurgencia”. Durante el desarrollo de esta guerra encubierta, uno de los casos que alcanzó mayor repercusión fue el de Dan Mitrione, funcionario de la AID, Agencia para el desarrollo Internacional, tapadera de la CIA, que estuvo destinado en Brasil y Santo Domingo asesorando a las autoridades locales en técnicas de tortura y eliminación de opositores, y que el 31 de julio de 1970 fue secuestrado, hallándose destinado en Uruguay con los mismos fines, por el Movimiento de Liberación Nacional (más conocidos como los Tupamaros) junto con Aloysio Días Gomide, cónsul de Brasil, Nathan Rosenfeld y Michael Gordon Jones, funcionarios de la embajada americana. La película, que cambia nombres y transcurre en un país latinoamericano no especificado en ningún momento, está libremente inspirada en aquellos hechos, a partir de los cuales detalla algunos de los pormenores de los crímenes contra la humanidad que tuvieron lugar en el continente sudamericano. Más que en hechos particulares, el film se detiene en el desarrollo del plan que originó los hechos. Pese a la ficcionalización, se mantiene bastante fiel a los hechos acaecidos, como por ejemplo los diferentes comunicados que los Tupamaros hicieron públicos día tras día hasta el desenlace del secuestro. En un principio, Mitrione, Santore en la película (interpretado por Yves Montand, el actor fetiche de Gavras), se nos presenta como un héroe caído, un padre de familia entregado a su trabajo como asesor para el desarrollo técnico de los países subdesarrollados, pero los interrogatorios durante el secuestro van revelando una realidad mucho más inquietante, viéndose progresivamente acorralado hasta que no le queda más remedio que confesar, dándose la paradoja del cazador cazado. Gavras adopta un punto de vista parcial justificado por las atrocidades: Las autoridades estatales, coautores de la barbarie, niegan incluso la existencia de “presos políticos” reduciendo su enfrentamiento con la guerrilla como lucha contra la delincuencia común, mientras que los guerrilleros son presentados de forma neutra, incluso aún teniendo algún detalle humanitario. Esta toma de postura se hace patente incluso a través de aspectos técnicos, resultando los primeros planos de las fuerzas de seguridad inquietantes, amenazantes, y los de los guerrilleros centrados en una mirada penetrantes del cazador que observa antes del contraataque. En definitiva, como alegoría del que tal vez haya sido el peor caso de terrorismo de estado a nivel continental de la historia, hay una escena que lo resume todo: Un grupo de policias, durante el transcurso de la represión de una manifestación estudiantil, destruyen un altavoz por el que suena el himno revolucionario “Hasta siempre Comandante Guevara” de Carlos Puebla. En cuanto lo han destruido, tras un segundo de silencio, la canción sigue sonando por otro altavoz alejado, el cual el mismo grupo de policías se apresuran a destruir. En cuanto lo destruyen, la canción sigue sonando por otro altavoz…

Continuará...


Reverendo Perkins


La Colina 45 nº48 21-10-2011



Esta semana entrevistamos a Javi Pérez (conductor del programa Club de Amigos del Crimen), a los grupos Delocksley y Airbag, y a los actores de la obra "Exitus". Además repasamos unas cuantas canciones que hemos descubierto gracias a las pelis de Quentin Tarantino.


domingo, 23 de octubre de 2011

La Colina 45 nº47 14-10-2011



Ya podeis descargaros un nuevo programa de La Colina 45. Esta semana entrevistamos al mítico Paul Collins (The Nerves, The Beat), y a Belén Riquelme, componente de The Sheenas. Además damos un repaso a las últimas novedades discográficas.